lunes, 17 de septiembre de 2007

DISCERNIMIENTO DE LOS ESPIRITUS


Antes de aceptar las obras de una persona debemos observar cautelosamente si es alguien quien ha buscado refugio en los méritos de Cristo y no en sí mismo. Examinar si habla y actúa según el fruto del Espíritu Santo, si predica que Cristo es el Señor, si da la honra y gloria a Dios dando evidencias de ser manso y humilde de corazón. Pues donde quiera que existe un diamante, también existirán los falsos. Por lo tanto, no solo debemos examinar nuestras propias experiencias espirituales, sino tratar de discernir los espíritus, a fin de saber elegir nuestras relaciones con los demás y saber a quien escuchar y seguir y a quien no. Cuando una persona se alaba a sí misma cada vez que tiene una oportunidad, en lugar de darle la gloria a Jesús, no está hablando por el Espíritu Santo sino por el de soberbia. Porque todo esto es un esfuerzo por causar impresión. Si lo que habla una persona la honra a ella misma y no a Cristo, esas palabras no vienen del Espíritu Santo sino que tienen una procedencia maligna. El verdadero espíritu glorifica a Dios y revela la gloria de Cristo a través de nosotros. Mostrándonos lo que él recibió de Cristo (vea a Juan 16:1-14) Por eso si un cristiano, hace alarde de su grandeza ya ha sido atrapado por el espíritu del anticristo. En adicion, la manera de hablar de un ser humano nos deja ver su personalidad y pensamientos. Los hombres vulgares usarán lenguaje vulgar y chabacano. Las mujeres envidiosas y airadas usaran lenguaje airado y competitivo. Mientras que los hombres y mujeres de gracia usaran un lenguaje misericordioso y palabras bondadosas. Cuando estamos en una finca y observamos los árboles los distinguimos por sus frutos. Asi mismo Jesús nos amonestó en Mateo 7:15-20 a: Guardarnos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. ¡Que el Espíritu Santo siempre nos diriga a discernir entre lo que proviene de Dios y lo que no! Tomado del libro: El Cetro de Poder Restaurado, por Nilda Vazquez.