Las relaciones son en verdad la alegria de la vida. En el compañerismo recibimos apoyo, estímulo, aceptación, ayuda y amor. Sin embargo tambien se experimenta rechazo, crítica, desaliento, insensibilidad y celos. Nuestras relaciones marcharán bien en la medida en que crezcamos en gracia y permitamos que Cristo sea formado plenamente en nostros. Pues sus caminos traen sanidad, restauración, paz y promueven el amor ya que el amor proviene de Dios. El amor se muestra en la manera en que hablamos y nos dirigimos a otros. Según investigaciones de comunicación se dice que se puede predecir con el noventa y cuatro por ciento de acierto el fracaso o el éxito de cualquier matrimonio. Con demasiada frecuencia, las palabras que se dicen a otros son palabras de muerte en lugar se ser palabras de vida. El nivel de nuestro amor y consideración por los demás se muestra a sí mismo a través de las palabras que decimos. Para mí, una relación apropiada es un acercamiento de abrazos abiertos a cada persona en mi vida, y el estar en paz con todos en términos de lo que de mi depende. Bíblicamente, la manera en que tratamos a la persona más insignificante en nuestras vidas, es el barómetro de nuestro amor por Jesucristo. Pues el amor se conoce por las acciones que se realizan por otros. Amar a otro significa tratarlo tan bien, como nos tratamos a nosotros mismos. Si uno habla hasta por los codos sobre sus logros, demostrará a otros un exagerado sentido de importancia de sí mismo permitiendo que el afecto por sí mismo arruine su capacidad y paciencia para escuchar, aceptar y amar a los demás. Muchos sufren de un ego demasiado inflado que les impide desarrollar buenas relaciones con los demas, sin embargo, ¡que estimulante es honrarnos unos otros! Honrar es, aclamar, admirar, apreciar elogiar, enaltecer y celebrar lo de otros. La Divinidad es nuestro modelo ejemplar de como considerar y honrar a los demás. Dios nos consideró tan importantes que dió a su único Hijo para darnos vida eterna a nosotros. Esa vida nos corresponde desde el momento en que lo aceptamos a El, quien nos convierte en sus hijos. De ésta manera nos honró elevandonos por su gracia a un plano espiritual de excelencia. Dice la palabra que juntamente con El nos sentó a la diestra del Padre. Si tienes fe y crees esto, reconocerás cuanto te ha amado Dios y el lugar de honra que te corresponde en Cristo por sus méritos. ¡Que esto nos ayude a establecer una mejor relación con Dios y nos fortalezca a honrar a otros mostrándoles la enormidad del precio que Dios pagó para hacernos y hacerlos suyos!