lunes, 8 de marzo de 2010

ES TU IDENTIDAD LA DE UN PRINCIPE DEL REINO?

¿Cuál es tu identidad? Imaginemos que nos encontramos con una persona que no conocemos y nos pregunta: ¿Cuál es tu nombre? ¿Cuántos años tienes? ¿A qué te dedicas? Y ¿Quién eres? …Podemos pensar que ya hemos respondido a esta pregunta, pero quienes somos es una pregunta que trasciende el nombre, la edad, el género o la nacionalidad. ¿Cuál es nuestra identidad? Desde un punto de vista psicológico puede decirse que identidad personal es la que hace que uno sea “sí mismo” y no “otro”. Se trata pues, de un conjunto de rasgos personales que conforma la realidad de cada uno y se proyecta hacia el mundo externo permitiendo que los demás reconozcan a la persona en su forma de ser específica y particular, como un ser único y diferente de los demás. Esto es pues, la identidad. La identificación personal destaca los caracteres propios y distintivos que hacen que cada sujeto pueda diferenciarse de los demás.
¿Cuáles son los rasgos que nos definen? ¿Son, acaso, los rasgos con los que Dios nos ha definido? “Así que, ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo” (Gálatas 4:7)“Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder” (Mateo 5:14)“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres” (Mateo 5:13) Si no somos lo que debemos ser perdemos nuestra verdadera identidad. Nadie nos conoce mejor que nuestro Creador y él sabe con el propósito con el que hemos sido hechos. Dios nos hizo a su semejanza para ser la luz y la sal de este mundo. Cuando estábamos muertos nos rescato y nos dio vida eterna. Nos hizo sus hijos para anunciar las buenas nuevas. ¿Somos acaso estas cosas? ¿Son estos los rasgos de nuestra identidad? ¿Nos reconocen como luz y saben que nuestras acciones hablan de nuestro Padre? Busquemos asumir la posición que Dios por medio de los méritos de su Hijo, nos ha permitido tener. Que podamos buscar y relacionar nos cada día con nuestro Padre Rey, como buscamos los alimentos y el agua para vivir. Y cuando nos pregunten quienes somos podamos decir: soy hijo del Dios viviente, príncipe y heredero del Reino de los cielos, soy la luz que Dios puso en la tierra para alumbrarla y la sal para sazonar este mundo. Que ésta sea nuestra realidad! Amén.