miércoles, 16 de julio de 2008

CELEBRANDO LAS BODAS DEL CORDERO

Son muchos los llamados pero pocos los escogidos.” Mateo 20:10
Hay quienes insisten en que todos los cristianos tienen asegurada su participación en las Bodas del Cordero. Mas es Cristo el que nos saca de toda duda con su parábola. En la parábola de la gran fiesta un hombre rico decidió realizar una gran fiesta. No deseaba que nadie de sus invitados faltará. Llegó el momento esperado pero algo increíble comenzó a suceder...los invitados no llegaban. De pronto llegaron muchas excusas y todas arrancaron lágrimas del Hijo del anfitrión. El anfitrión se incomodó y llamó a todos los miembros de los equipos enviandolos a las calles a invitar a todo el que quisiera venir de gratis y multitudes dijeron presente. Sin embargo muchos dentro de las iglesias dijeron que no tenían tiempo para aceptar esa invitación, porque tenían cosas más importantes que atender como, reuniones de departamentos, campañas proselitistas, reuniones para hacer nuevas reglamentaciones y asuntos eclesiásticos. sociales, y ensayos corales. Pero el anfitrión ahora estaba muy contento porque el otro grupo de invitados que asistió se quedó a vivir en la casa del anfitrión para siempre. Esta parábola de la gran fiesta la hizo Jesús cuando se dio cuenta de las maniobras de los fariseos por conseguir los lugares de prestigio a la mesa. Su advertencia fue: “Invitados, cuidado, no se enaltezcan de sus logros, pues podrían ser humillados." A los anfitriones les dijo, "Revisen su moral, incluyan a los pobres y necesitados del espíritu que no pueden devolver la invitación.” ¿Cuál era el problema? Primero, aceptar esta invitación gratuita es costosa para algunos: porque requiere que los invitados dejen atrás preocupaciones sin importancia para poder establecer prioridades más altas. Segundo, deben separarse de los logros adquiridos y no ir glorificandose con ellos, haciendo prosélito de sus obras ante otros, porque le roban la gloria a Dios. Tercero, podrían experimentar persecución en su camino a la fiesta dentro y fuera de la iglesia. Sin duda, esta parábola refleja las tensiones de la iglesia de antaño como también las de ahora. De una parte, los judíos cristianos que orgullosamente se sintieron con derecho a privilegios debido a su herencia y obras religiosas, y de otra parte los creyentes, quienes recibieron su invitación simplemente por la fe en Cristo. Desde entonces estos dos puntos de vista han divido a la gente al acercarse a la mesa de banquete del Rey. Sin embargo, la fiesta es únicamente para los que reciben la gracia de Cristo, y con ello el sello y poder del Espíritu Santo que les permite tener ¡el gozo de la Salvación y celebrar en su corazón y en sus vidas esta maravillosa bendición!