Reparar los daños va más allá de decir "lo siento". Hace que tu disculpa sea práctica. Reparar los daños implica hacer cuanto está a nuestro alcance para restaurar los daños que las palabras o los hechos pudieron causar. Si un creyente te ha ofendido, tal vez, estés tentado a esperar a que la otra persona tome la iniciativa y resuelva el problema. Sin embargo, de acuerdo a Mateo 18:15-17, Jesús enseñó que la persona ofendida tomara la iniciativa: "Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos, si te oyere, has ganado a tu hermano. Más si no te oyere, toma aún contigo a uno o a dos, para que en boca de dos o tres testigos, conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere la iglesia, tenle por gentil y publicano". Para que la buena comunión en el cuerpo continúe, los creyentes deben resolver sus conflictos. Si un creyente ofende a otro, debe hacer el esfuerzo por resolver el problema; el desacuerdo debe superarse. Si esto no funciona, los amigos pueden ayudarlo a reconciliarse. Si este último intento fracasa, la persona ha demostrado que no le interesa la comunión entre los hermanos y por lo tanto debe separarse de la iglesia. Si todos los intentos fracasan y el otro creyente no quiere reconciliarse, la Escritura dice que debe tratarlo como a un pecador. La Escritura "no dice" que la persona ha dejado de ser tu hermano o hermana en Cristo, ni tampoco dice que el ofendido ni la iglesia tiene el derecho de tomar represalias, ser vengativos o dejar a dicha persona de lado. Todos somos pecadores. La actitud del ofendido para con el ofensor debe ser de amor y profunda preocupación. Las relaciones cambian, no así las actitudes cristianas.
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viernes, 25 de enero de 2008
Reparando los Daños Causados
Reparar los daños va más allá de decir "lo siento". Hace que tu disculpa sea práctica. Reparar los daños implica hacer cuanto está a nuestro alcance para restaurar los daños que las palabras o los hechos pudieron causar. Si un creyente te ha ofendido, tal vez, estés tentado a esperar a que la otra persona tome la iniciativa y resuelva el problema. Sin embargo, de acuerdo a Mateo 18:15-17, Jesús enseñó que la persona ofendida tomara la iniciativa: "Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos, si te oyere, has ganado a tu hermano. Más si no te oyere, toma aún contigo a uno o a dos, para que en boca de dos o tres testigos, conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere la iglesia, tenle por gentil y publicano". Para que la buena comunión en el cuerpo continúe, los creyentes deben resolver sus conflictos. Si un creyente ofende a otro, debe hacer el esfuerzo por resolver el problema; el desacuerdo debe superarse. Si esto no funciona, los amigos pueden ayudarlo a reconciliarse. Si este último intento fracasa, la persona ha demostrado que no le interesa la comunión entre los hermanos y por lo tanto debe separarse de la iglesia. Si todos los intentos fracasan y el otro creyente no quiere reconciliarse, la Escritura dice que debe tratarlo como a un pecador. La Escritura "no dice" que la persona ha dejado de ser tu hermano o hermana en Cristo, ni tampoco dice que el ofendido ni la iglesia tiene el derecho de tomar represalias, ser vengativos o dejar a dicha persona de lado. Todos somos pecadores. La actitud del ofendido para con el ofensor debe ser de amor y profunda preocupación. Las relaciones cambian, no así las actitudes cristianas.
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