
Alguna vez te han sorprendido con un regalo que no esperabas sin intereses de por medio? Cuando se trata de recibir sin tener que dar nada a cambio nos apuramos a estirar la mano para recibir lo que nos ofrecen. En situaciones como esta pareciera irracional negarnos a la oferta de nuestro benefactor. siendo que es gratis no desaprovechamos la oportunidad. Pero vemos que con la gracia de Dios sucede lo contrario. Mientras mas el Dador insiste en darnos su propio
crédito, mas
desconfiamos y rechazamos la oferte prefiriendo con nuestro esfuerzo cargar con lo que nos agobia a recibir algo gratuito de Dios. El regalo inmerecido, totalmente gratuito y pagado con la sangre de
Jesús y concedido a quien cree que lo necesita se vuelve algo que no nos animamos a recibir. Miramos con
desconfianza, nos preguntamos que
habrá de oculto y preferimos continuar nuestra marcha arrastrando como podamos nuestra carga. Como hombres la maravillosa gracia de Dios es algo que jamas llegaremos a comprender de manera plena y profunda. Por eso muchos la desean pero se resisten a tomarla, la envidian en otros porque no logran
comprenderla a todas sus anchas y hasta llegan a considerar a Dios injusto por repartirla bajo las mismas condiciones a todo el mundo. Por eso intentan ganarla, hacer algo por merecerla, porque les cuesta que no dependa de ellos ni de sus propios
méritos. Si bien es gratis y no podemos hacer nada para comprarla, hay algo que no podemos eludir para recibir el precioso regalo de la gracia de Dios: ser
consientes de que la necesitamos y desear obtenerla.
Ahí esta disponible pues Dios la ha provisto sin
limitaciones; pero como todas las cosas no puede darla a quien no esta dispuesto a recibirla. Estirar nuestros brazos espirituales para obtenerla implica reconocer que tenemos un problema y que Dios ha provisto la
solución perfecta a ese problema. Implica mirar a lo negro de nuestra miseria y que necesitamos la
solución que nos ofrece la
misericordia divina. Al recibirla veremos que esa gracia maravillosa no solo provee
solución a una vida sin sentido, sino que da
perdón, acceso al Padre, vida eterna y una nueva
razón para vivir. Cambia nuestras prioridades, abre nuestros ojos, nos llena de paz y esperanza, y nos permite vivir y gozar de la vida abundante desde aqui y ahora que Cristo ha prometido a los que le creen. Si aun no has experimentado todo esto,
desponte a aceptar Su gracia. No peleando por ella, no tratando de ser mejor persona para
merecértela, solo creyendo que Cristo la compro para ti en la cruz del calvario y que esta al alcance de tu mano. Solo
extiendela para recibirla gratuitamente y veras el maravilloso resultado!
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